Aula Socrática: Convicción, respeto y pluralismo




La pedagogía es dialógica; la palabra es promesa, lleva por caminos de respeto.
               
                Fácil es hablar; pero difícil es ser hombres de palabra. Mayor problema cuando con palabras nos presentamos, comunicamos, elaboramos y expresamos nuestros pensamientos, sentimientos y creencias, creamos un poema y conformamos diversos ámbitos de existencia.  Uno de los mayores retos educativos es devolver la fuerza que se encuentra en el sentido de la palabra; un sentido que la trasciende pues es vehículo de acceso a la realidad, a un sentido real, a una teoría, al arte o a la fantasía. Más aún, la palabra es puente entre tiempos que trascienden el momento cuando es promesa o juramento; es rito cuando celebra y misiva o diálogo cuando traspasa las barreras de las individualidades o máscaras, en el auténtico encuentro.
               
                Por ello, cuando el hombre se desvincula de la realidad, de su propia realidad, de los valores, entonces, la palabra pierde su sentido, rebaja el juicio a prejuicio y los símbolos o ritos a mero formulismo.  Esta es una de las razones del por qué hay tantos fariseos y profesionales que hacen de la existencia y de la profesión tan sólo un buen o mal negocio.  Fácil es deducir la importancia de la palabra en el educador, cuando a través de ella enseña, elevando las realidades o situaciones vitales a puntos de encuentro pedagógico: la pedagogía es dialógica.  Nombramos la realidad para enseñarla, para invitar al educando a acceder a ella, a realizar su propio camino de descubrimiento. Múltiples miradas dirigidas a un punto de unión y un lenguaje para pensar y colaborar en el descubrimiento. La verdad real está en la realidad; es la realidad; nosotros sólo intentamos descubrirla; si lo logramos, nuestros pensamientos y palabras serán verdaderos... 

D. Luís López González, recordado profesor, decía…
“…las palabras almacenadas en diccionarios cobran la capacidad de hacer desfilar imágenes o, por último, desfilan ellas mismas con su carga de ausencias.  Allí resbala la mente sin asidero, sin rumbo.  Murallas de papeles crecen y se extienden entre el hombre y las cosas como un mar que pretende para sí el sello de garantía de lo real.
Y ese mundo primero, nacido una vez al embrujo de la mirada del hombre, le llama desde lejos.  La nostalgia rompe las barreras del papel y las palabras, y queda otra vez a la vista aquello que estaba simplemente ahí.
El hombre emprende ese viaje, por cierto a través del lenguaje, pero ahora bajo su dominio, como un mundo propio, en virtud de un llamado que escuchó.
                Por ese camino”
               
El pedagogo se hace presente a través de la palabra; con ella apela e invita al educando a recorrer un camino que les lleva a un punto de encuentro, a una realidad común.  La pedagogía es diálogo que insta a la comunión de las almas, en una realidad que las une y trasciende: en el árbol o música contemplados o hechos poema, en el hogar, en los hijos o en la escuela, en la música...  Por ello la palabra exige el amor; de lo contrario, se autodestruye.


Convicciones…
                   
                Las convicciones no son meras ideas sino ideas que, asumidas como verdaderas, se constituyen en principios de vida.  Por lo mismo, son fuerza, criterio de decisión, dirección, fundamento y nutriente. Se trata de ideas en las cuales confiamos, desde las cuales vivimos. Por ello, en  medio de los embates nos ofrecen su fortaleza, permitiéndonos salvar el caos, las debilidades, los temores.
               
                En una educación pluralista, democrática y globalizada, donde las tecnologías de la información y comunicación ponen el mayor número de diversidad de ideas y credos al alcance masivo, el educador tiene como misión esencial enseñar a tener convicciones que, como ya dijimos, orienten al educando, ayudándole a tomar decisiones dignas de su condición humana; de lo contrario, será fácil presa de posturas impensadas, sólo emocionales, de alto riesgo que, lo más seguro, le enajenarán degradándolo.
              
                Muchos creen que tener convicciones implica no respetar, ser prepotente, dogmático, intolerante; suponen que el respeto por la diversidad requiere de una postura neutral, indiferente, tibia, adaptable. Todo lo contrario, de lo contrario el diálogo no se distinguiría del monólogo.  Erróneamente, se pone de moda un bondadismo (también llamado permisivismo, historicismo o relativismo) que da por bueno, verdadero y bello todo, sin ningún discernimiento, impulsando los lemas “cada cual tiene su propia verdad”, “lo que es bueno depende de cada cual”, etc. De esta forma  se crean el caos más grande en el ámbito de la verdad, se impiden todo verdadero diálogo pues cada cual va por rutas paralelas (según “su” verdad, bien y belleza) y, llegado el momento del cruce de decisiones, obviamente primará la ley de la selva. Así, las convicciones y el ser una persona de principios desaparece, para dar lugar a la primacía del ser “funcionales”, “acomodaticios”, “hacer lo que se puede y no lo que se debe”, etc. El respeto por la diversidad no se opone a la convicción que expresa fidelidad a los principios; a lo que se opone es al fanatismo (absolutismo, despotismo) que absolutiza un pensamiento o credo para imponerlo arbitrariamente a los demás, en vistas de las propias conveniencias y no de auténticos principios que sólo pueden emanar de quienes aman la verdad, el bien y la belleza. 
               
                Estilos de vida y culturas diferentes, exigen una actitud dialogal que acepte la pluralidad de ideas, creencias y culturas; por lo mismo, el educador debe enseñar el amor por el Universo, el descubrimiento de los valores, el respeto, el ser hombres de palabra, el diálogo.  Pero, ¿qué es pluralismo; cómo se diferencia del relativismo?


Pluralismo…
               
                Cada cultura representa una forma de vivir el universo, un mundo único.  La persona humana no actúa frente a un Universo sin más (constructo de realidades) sino desde, en y ante el mundo que ha ido el conformando el mismo ser humano, a través de su historia. El hombre habita el Universo, toma conciencia de él, le da un sentido en respectividad con los mundos de los otros hombres: acojo y respeto el sentido que das a “esa obra de arte”, a “ese ritual y símbolos”, a “esa mascota”, a “tu escuela”, a “tus padre”…. Nuestro mundo es co-creación y, si bien es cierto que el mundo se sustenta en la realidad, también es cierto que una vez otorgado un sentido a esa realidad, ya no nos enfrentamos (encontramos) con ella como mera cosa u objeto sino como realidad – sentido o sentido-real (nuestro sentido), obra cultural.
         
                Esto así, las culturas son realidades transpersonales (ambitales dice López Quintás) que trascienden la perspectiva personal. Las palabras me ofrecen sus posibilidades y las elevo a la categoría de poema; el poema me trasciende y se ofrece como tal a otros que sean capaces de apreciarlo. La realidad adquiere un sentido que ofrece posibilidades enaltecedoras: la dignificamos envolviéndolas con nuestro ser que trasciende; las elevamos a rango cultural: el ruido aparece como sonido en el juego con los silencios significativos, con la palabra que se transporta hasta el alma del otro, con la música que contemplamos o que impulsa un baile… Sí, el hombre debe aprender a distinguir el ruido de la música, la palabra de la charlatanería o grosería… de lo contrario sucumbiremos.  Tal como lo decía Antístenes, el día que se condenó a Sócrates: “Las ciudades perecen cuando no saben distinguir los buenos de los malos»  
               
                No toda obra es cultural sino aquella que es constructiva para el alma, aquella que potencia la creación porque la hace más perfecta, más bella. Atenta contra la cultura quien hace uso de las realidades dignas o dignificadas, usa en forma desmedida o sin sentido las usable o no cultiva (cuida) las usadas.  En esta situación, las acciones del hombre no pertenecen al mundo de la cultura sino de la anticultura (llamada por algunos “cultura de la muerte”); así se entiende toda suerte de violencia, intrusión, reduccionismo, violaciones, esclavitud, corrupción, guerra, genocidio, avaricia, etc.
         
                Una pedagogía que respeta la diversidad, se debe sustentar en una pedagogía de la cultura que antes enseñe a entender el sentido de la naturaleza y de las obras que realiza el hombre para la realización de su existencia; que enseñe el discernimiento y el diálogo entre diversos.  Diverso indica distinto pero no necesariamente opuestos; distinta perspectiva pero encuentro en un nivel de mayor profundidad y dignidad humana; implica complementariedad o bien, visiones distintas que pueden dar lugar a adversarios en ideas pero no a enemigos que tienen como principal meta el destruirse. Se necesita de una pedagogía que enseña a descubrir el sentido del ser, del hacer, de la obra y del saber sobre ellos; pues sólo de esta forma encontraremos el punto de unión que requiere la comunicación de lo diverso para lograr el encuentro, el diálogo y erradicar la violencia. Si yo entiendo el sentido de la Biblia, seré capaz de entender y valorar el sentido que tiene el Corán para ese otro hombre; no lo consideraré un inferior sino un semejante, un dialogante: seremos dos logos, dos credos, dos ideales pero que entran en comunión porque ambos saben el sentido de lo sagrado, de lo revelado, del misterio: ambos han sido educados en respeto y son capaces de entrar en comunión siendo diverso pero unos en el amor que es siempre benevolente.  Somos personas; cada una diversa a las otras, cada una íntima y trascendente; en fin, es tanto lo que es común a todo hombre de bien: el anhelo de hacer algo por los demás, por la naturaleza, por la familia, por ti mismo; el deseo de superar ignorancias y egoísmos para dar lo mejor de sí, el formar una familia y tener un trabajo que sea una forma de servir a los demás… también nos es común el cansancio, la impotencia, el sentirnos traicionados, el desear compañía, la celebración, el buen descanso, el hambre, el frío, el momento de comodidad, la esperanza, los temores, el valor y el coraje de ser, la fe y las dudas… la dignidad y complejidad de existir confirmándonos en esa dignidad... …
          
                Nuestra visión de mundo va más allá que una simple manera de ver las cosas: determina nuestra visión de los valores, principios y criterios que decidirán nuestras acciones y ruta de vida; conforma nuestro criterio y proyecto de vida en correspondencia con los demás, nuestra convivencia, pues no somos seres aislados.  Cada decisión que tomamos en nuestra intimidad, cada acción u omisión de la misma, afecta a los demás. Por ello, para la comprensión, respeto, diálogo entre los hombre; para la armonía o paz, se requiere de una actitud personal y de una pedagogía que acepte y promueva la pluralidad de ser, pensar, creer, hacer, sentir. ¿Qué es, entonces, pluralismo? Ya podemos deducir que al menos no es dogmatismo: pero tampoco relativismo o neutralismo.
               
                Resumamos en vistas de aclarar este concepto tan usado: Para el dogmático, la propia visión de mundo es la única legítima y admisible; superior a toda otra, es perfecta, absoluta. Quien respeta el pluralismo, tiene convicciones pero no es absolutista. Para el relativista, todo es posible; no hay verdad, bien ni belleza; depende del momento, de cada cual... El relativismo, por lo tanto, es una postura dogmática que niega todo valor real pues rechaza la verdad real para dar al hombre el poder de decidirla según su mirada, conveniencia o comodidad pero sin afán de verdad. El relativista suele mostrarse como acrítico o neutral: todo puede ser o no ser. Existen posturas relativistas donde abiertamente prima el pasotismo, la indiferencia, el no hacerse cargo de la realidad; otras, pelean el primado de su visión tras la lucha por el poder del más fuerte; pues cuando se es relativista, al fin y al cabo se hace lo que determina quien sustenta el poder.
               
                En una actitud muy distinta, quien respeta el pluralismo, respeta sus principios y los de los demás; por lo tanto, no es relativista sino dialogante. El pluralismo reconoce las distintas culturas o visiones de mundo como actitudes valiosas en cuanto tienen un mismo sentido - amar y cultivar la verdad, el bien y la belleza- pero está, por sobre todo conciente de lo misterioso de la realidad, de los límites del hombre a pesar de sus buenas intenciones; está consciente de sus propios límites y de los de los demás.   Conscientes, entonces, de que el Universo es inabarcable, insondable en su totalidad, inconmensurable y trascendente a toda posible objetivación o subjetivismo no absolutiza sus convicciones, pero tampoco intenta fusionarlas con otras que, de hacerlo, sólo lograría aniquilar a ambas. Para una pedagogía pluralista, lo importante es enseñar a escuchar con respeto al diverso y a expresarse y ser escuchado respetuosamente; enseñar el discernimiento y el entendimiento, el aprecio y el diálogo enriquecedor.
               
                En un mundo globalizado, de rápidas comunicaciones, por lo tanto, de fácil acceso a una amplia gama de culturas y formas o estilos de vida y valorizaciones, urge enseñar a dialogar, de tal modo no perder la identidad personal ni el patrimonio cultural e histórico de los pueblos. Términos como “tolerancia”, “sincretismo”, relativismo”, abundan en medios informativos y comunicacionales, desvirtuando el verdadero diálogo, el respeto por la justa diversidad, la colaboración o el trabajo cooperativo. Panikkar, filósofo que dedicara gran parte a la reflexión sobre el pluralismo, propone una interfecundación o fecundación recíproca de las culturas, donde las culturas se escuchen, entiendan, reconozcan como igualmente valiosas, respeten, aprendan una de las otras..Urge esta pedagogía inter-fecundadora o de encuentros para instar a valorar la situación actual del mundo en que vivimos y  hacernos bondadosamente cargo de él.
               
                Panikkar estima que uno de los errores que impiden el encuentro entre culturas diversas es el intento de unirlas cuando lo que se debiera propiciar y enseñar es el respeto, la admiración y el diálogo entre diversos. ¿Tendría sentido que un católico solicitara la intercesión de la Virgen, mirando hacia la Meca? No ¿verdad? Lo que sí tendría sentido es admirar su fe, su respeto por lo sagrado, su misticismo… Quien posee una visión pluralista no absolutiza sus convicciones, pero tampoco intenta fusionarlas, pues de esta forma aniquilaría ambas.

El arte de escuchar o la hermenéutica diatópica

*  La hermenéutica morfológica permite transmitir el patrimonio cultural presente a quienes no lo tienen a su alcance: padres a hijos, profesores a alumnos, expertos a inexpertos, etc. Permite ponerse en el lugar del educando: una especie de descenso para luego ascender junto a él.

*  La hermenéutica diacrónica permite traspasar la barrera de los tiempos para conocer estilos de vida o culturas distantes en el tiempo: tener conocimientos de la cultura egipcia, maya, etc.

* La hermenéutica diatópica nos permite traspasar las barreras de lo distante por ser "lo otro" "lo diverso"; no por lejano en el espacio o tiempo sino por ser una visión distinta a la propia. Implica auto-comprenderme y comprender al otro sin presuponer que el otro tiene la misma auto-comprensión básica que yo. Para ello requerimos de una metodología (camino):

1º Poner entre paréntesis nuestros presupuestos, mitos, creencias... para no condicionar la interpretación del otro. Reconocer que la realidad tiene algo o mucho de misterio para no disminuir el valor del otro y el propio. Acoger, abrirse al otro para entenderlo con el corazón, esto es, con amor pues "una interpretación no es correcta si el interpretado no se reconoce en la interpretación". Cada persona se auto-comprende y esa auto-comprensión forma parte de su ser, de su forma de existir; por eso nosotros no la entenderemos si no entendemos cómo ella se entiende a sí misma. Esto no significa que estemos de acuerdo con ella; pues hay diversidades que sólo las podemos tolerar (no respetar) y, en otras, ni siquiera tolerar pues atentan contra la dignidad del ser personal: jamás deberemos aceptar la pedofilia o la agresión como un elemento propio de una cultura diversa, pues impiden el diálogo y la cooperación, anulando toda posible cultura.

2º No podemos aplicar los conceptos de una cultura a otra pues sus contextos y, por lo mismo, carga histórica o biográfica, situación vital, son distintos; tampoco podemos traducirlos. Lo que sí podemos es buscar los equivalentes homeomórficos, esto es, aquellos que en nuestra propia cultura tienen un sentido símil. ¿Es Isvara del hinduismo mediador y, en ese sentido, tiene un valor equivalente a Cristo de los cristianos? Sólo puede responder y entrar en diálogo quien ha dedicado atención a ambos credos… sin partir prejuzgando o con intención de aniquilar al otro y encerrarse a todo diálogo y consideración del “tú”

                Diálogo de culturas, interculturalidad, cooperación, entendimiento para enfrentar los problemas que hoy aquejan a todo nuestro mundo. Es importante tener presente que los problemas ecológicos, políticos, económicos, son síntomas o consecuencias de un problema más radical que es causa de los mismos: Vivimos un mundo desorientado, perdido entre sus propias producciones, conocimientos, razón… Se requiere retomar el sentido y valor de la vida, de la existencia, de la armonía interior y de la paz entre las diversidades culturales y la biodiversidad de las cuales somos responsables.
               
                A nivel simple, a nivel de escuela hogar, es importante aprender a vivir en armonía: armonizar las diversidades, buscar su complementariedad, descubrir el tono adecuado para cantar a coro, a dueto o ser solista… Ello nos hace requerir una pedagogía de la sensibilidad, de la admiración: una pedagogía estética.  De otra forma, no podremos construir una cultura de la vida, de la paz… (Temas del Aula Socrática VI)

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